Swingers de incubadora

Carta a la pareja del rincón oscuro

Carta a la pareja en el rincón oscuro

Son bastante más jóvenes que el promedio de asistentes al club. Andarán por ahí de sus treinta y, aunque no despampanantes, tampoco son el tipo de pareja que pasaría desapercibida. Ellos se describirían como normales, pero siendo francos, son moderadamente atractivos. Nadie los conoce. Salen poco y cuando salen evitan toda clase de contacto humano. En la prepa no eran populares, así que no saben mucho sobre aproximarse a otros o hacer conversación banal. Se sientan en el rincón y observan con cuidado lo que ven. A él le gusta escribir el resultado de sus observaciones. Es evidente que no están cómodos. Decidieron iniciar su aventura en el medio swinger, pero se toparon con una comunidad cerrada en la que todos o se conocen ya, o son buenos para hacerse conocer. Necesitan de los demás para probar las mieles del sexo en grupo pero, a no ser por la clandestinidad de los cuartos oscuros, el horizonte de pertenecer a un grupo de parejas se antoja muy lejano. A ellos va escrita esta misiva.

Queridos Mariana y Diego:

Los puedo ver arrinconados y nerviosos. Los entiendo perfectamente porque no para todos es fácil hacer amigos y sitios como este, muchas veces, sólo potencian el aislamiento. Por la forma en que Mariana se arregla constantemente el escote, leo con claridad el miedo a estar expuesta: a meterse en un lío del que no pueda salir.  Para Diego, según veo, la inseguridad se anida tras un espectro más intangible: lo ridículo, ese artificio con el que nos enseñaron que a unos seres humanos hay que verlos para arriba y a otros, para abajo. Antes de entrar, seguramente ella temía que todos los asistentes fueran horribles y él temía, con igual intensidad, que todos fueran hermosos.

     Yo sé lo que sienten. Sé de la mezcla de placer y angustia. Sé del nervio. Sé que, en todo lo que los rodea hay un halo de aspiraciones y, aunque se han repetido un millón de veces que están aquí el uno por el otro y eso es lo único que importa, se sienten, aunque sea un poco, ciudadanos de segunda. Todos a su alrededor parecen chicos populares y seguros de sí mismos. En todas las mesas hay grupos de gente que parece conocerse de toda la vida y ustedes no dejan de preguntarse si, alguien los notará.

      Les escribo porque hubiera tenido ganas de acercarnos a ustedes y hacernos sus amigos. Si así hubiera sido, les hubiéramos dicho que pueden tranquilizarse. La sensación de aislamiento sólo ocurre las primeras veces. Si tienen suerte, alguien más los abordará y poco a poco se irán sintiendo parte de una sociedad que los abrazará con cariño. Si no tienen esa suerte, tampoco importa, bajen la guardia e intenten hablar con alguien. Los swingers somos una raza extraña y poco nos parecemos a los individuos del mundo exterior.  En estos lugares se espera que la gente intente abordar a otros. Nadie los siente como una agresión ni una amenaza. Somos un gremio en el que la gente inicia conversaciones poniendo excusas aún más simples que el clima. Hablamos del color de los zapatos, del tipo de tatuaje, de lo sexy que se ve tal o cual cosa. Somos capaces de decir cualquier obviedad con tal de iniciar una charla. Tal vez, ahí está la raíz de su timidez. Ustedes están acostumbrados a la vida civil y en los bares de los vainilla, la gente no conversa con desconocidos. Aquí es diferente. Ustedes vinieron, precisamente, para conocer desconocidos, y esos desconocidos, se mueren de ganas por conocerlos a ustedes. Suéltense un poco.

     Posiblemente, además de temer el rechazo, ese golpe mortal a la autoestima, también les inquieta pensar que si hacen cualquier tipo de contacto, corren en riesgo de comprometerse a un juego del que, tal vez, no puedan safarse después. Falso. Hablar a nadie compromete. Seguramente ya saben eso, pero es difícil llevarlo a la práctica. Quisiéramos aconsejarlos para que le den la oportunidad a otros. Se me ocurre que ustedes dos, también vienen llenos de prejuicios: Ese señor se ve muy gordo y esa señora se ve muy ordinaria. Lo más increíble de este ambiente (es una lección que me gustaría que conservaran) es que nos permite conocer el lado B de las personas; lo que está más allá de los estereotipos. A lo mejor el señor está gordo. Y ustedes son muy dueños de no meter a la cama a alguien que no se ajusta a sus criterios estéticos. El gusto se rompe en géneros, pues. Pero aquí no hay razón para no conocerlo y descubrir si esa parte de su personalidad que en el mundo civil no veríamos nunca, los puede cautivar de alguna forma.

     Esa pareja de la que ustedes ahora pasan con un atisbo de soberbia, les presentará en un futuro cercano a otras parejas que se pueden convertir en sus amantes de cabecera. Con toda franqueza puedo asegurarles que, en este ambiente, conocimos a nuestros mejores amigos y que, entre nuestra gente más cercana, se cuentan varios a los que, de haber conocido en el mundo exterior, nos hubiéramos seguido de largo. Aquí aprendimos a vivir de acuerdo a lo que dicta el sentido común: a no juzgar por apariencias. De lo que hablo es de que, hoy, ustedes vienen por sexo. Evidentemente, su búsqueda parte de lo que conocen y de lo que les gusta, pero el medio sw tiene un componente social fuertísimo. Piensen que, cada uno de quienes los rodean ahora, pasaron por un proceso similar al de ustedes; sus fantasías y la compenetración con su pareja los llevaron a cuestionarse todos los paradigmas referentes a la monogamia y acabaron aquí: compartiendo su intimidad con otros seres humanos. Eso tendría que hermanar ¿no?  

     Quizá, ahora somos el tipo de parejas que, para ustedes, resulta un poco odiosa. Salimos cada fin de semana, algunas veces, hasta dos veces. En todos clubes nos conocen por nombre y pasamos más tiempo saludando y despidiéndonos que en el playroom. Lo sé, desde donde están ustedes, parecen frívolos rituales para inflar egos marchitos. Posiblemente tengan razón en eso, sin embargo, lo único que quisiera decir para apaciguar un poco sus temores, para que no se sientan echados a un lado, para que no crean que ésta es una comunidad blindada contra ustedes, para que no se angustien por escalar a la cima de la VIPosidad, es que todo es cuestión de tiempo y voluntad. Arriésguense un poco, esfuércense por ser amables con los demás, salgan, pues, de la zona de confort que han construido el uno en los brazos del otro y den un salto no tal mortal. Aquí los esperan las mejores personas de su vida y un mundo de fantasías y sueños con que, los que prefirieron quedarse en casa, no tendrán más que anhelar.

     Espero sinceramente que esta carta les sirva de algo, aunque sé que no lo hará. Cada quien tiene sus procesos y ustedes tendrán que vivir el suyo. Pero relájense. Esta aventura que inician juntos se va a poner muy, pero muy buena.
El ladrón de la luna. Grabado con una pareja desnuda bajo la luna
Norman Lindsay (1879-1969)


Etiquetas: ,